El aborto: el peor genocidio de la historia

Semper Honor ofrece una defensa implacable de la vida desde la concepción, desmontando los argumentos del aborto desde la biología, la filosofía, la moral y la situación actual en Venezuela. Con citas de Scruton, Laje y Lukacs, denuncia al aborto como el mayor genocidio silencioso de la historia moderna y llama a una rebelión moral contra el relativismo progresista. Una pieza escrita con coraje, razón y convicción provida.

VIDA

Jefferson Coronel

3/1/20258 min read

No es casualidad que pocos temas generen hoy tanta polarización social, como la cuestión del aborto. ¿Es el aborto un derecho fundamental de todas las mujeres o supone el asesinato de un ser humano inocente e indefenso que debería prohibirse? Si sometemos esta cuestión a un riguroso escrutinio desde múltiples ángulos—biológico, antropológico, social, moral y filosófico—encontramos que la postura provida es la única que puede sostenerse a la luz de la razón. Es un homicidio agravado por el vínculo, ya que es la propia madre quien termina con la vida del niño.

El Dilema del Aborto

Consideremos el caso de una madre soltera con un hijo de 2 años que descubre que está embarazada nuevamente. Debido a su precaria situación económica, siente que no puede tener otro bebé y sacarlo adelante sola. ¿Se le debería permitir abortar? Los defensores de la causa proaborto responderán afirmativamente, argumentando que el aborto es la mejor solución y que ella decide sobre su propio cuerpo.

Ahora, planteemos una opción extrema: esta madre decide dar a luz al bebé que crece en su vientre y, en cambio, acabar con la vida de su hijo de 2 años. ¿Se le debería permitir hacer esto? Obviamente, la respuesta es un rotundo no. Ese niño de 2 años posee algo que nos impide asesinarlo: su humanidad. Por muy difícil que sea la situación de la madre, nada justifica el asesinato de su hijo de 2 años porque ese niño es un ser humano.

Pero, ¿qué sucede con el bebé que crece en su vientre? Los proaborto argumentan que, al encontrarse en gestación, no es un ser humano y puede ser abortado. Aquí radica el núcleo del dilema: ¿qué son los no nacidos? Si no son seres humanos, entonces abortar es como extraer una muela. Pero si lo son, entonces el aborto no puede justificarse, de la misma forma que no podemos matar a un niño de 2 años porque es humano.

La Humanidad del No Nacido

Los no nacidos son seres humanos desde el mismo instante de la concepción. Es en ese momento de la fertilización que una nueva vida plenamente humana da comienzo. Negar que ese ser recién concebido está vivo supondría afirmar que está muerto, y negar que es humano supondría afirmar que pertenece a alguna otra especie no humana.

La propia literatura científica es categórica al respecto. El manual médico estándar "Embriología y Teratología Humana" afirma: "Aunque la vida humana es un proceso continuo, la fertilización es un hito porque se forma un organismo humano nuevo y genéticamente distinto". En "The Developing Human", los académicos Moore y Persaud afirman: "La vida humana comienza con la fertilización". "Embriología Médica" de Langman señala: "La vida comienza con la fertilización". El cuarto capítulo del libro "Biología del Desarrollo" de Scott Gilbert se titula "Fertilización: Comienzo de un Nuevo Organismo".

Incluso los "filósofos" proaborto coinciden en que los fetos humanos son seres humanos tan humanos como tú y como yo. En resumen, quienes tratan de restarle humanidad al no nacido no son personas instruidas, sino generalmente activistas fanáticos que se aferran a argumentos capciosos porque carecen por completo de recursos argumentales para defender su postura de forma seria.

La Deshumanización del No Nacido

Los ideólogos proaborto son conscientes de que, en efecto, en la concepción surge un nuevo ser humano y saben que no pueden negar este hecho empíricamente verificable. ¿Qué han hecho entonces para ganarse las mentes de las masas y lograr la victoria cultural del aborto? Se han avocado a la deshumanización del no nacido. De alguna manera, existe una especie de escala de humanidad y los no nacidos no llegan al mínimo requerido para ser considerados plenamente humanos. Sí, son humanos, pero no tanto como tú y como yo. Alguien que esté por encima en esa supuesta escala de humanidad, como su madre, tiene derecho a quitarles la vida cuando quiera.

Esta lógica es perversa y retorcida. Un ejemplo extremo es equiparar al no nacido con un parásito. Este argumento es tan estúpido como irracional y, precisamente por ello, se ha vuelto popular en un mundo completamente idiotizado. El parásito es un organismo invasor que proviene de una fuente externa, mientras que el feto proviene de una fuente interna, es decir, de un óvulo fertilizado. Los parásitos generalmente provocan una respuesta inmunológica, mientras que con el bebé en gestación, el trofoblasto de la madre bloquea naturalmente estos cuerpos para no rechazarlo, una reacción que en la naturaleza solo se encuentra en la relación madre-embríon.

La lista de diferencias entre un parásito y un bebé es tan grande que tratar de equipararlos es una monumental imbecilidad. Pero a los abortistas no les importa demasiado; saben perfectamente que un feto no tiene nada que ver con un parásito, pero también saben que esta falsa narrativa logra su propósito: deshumanizar al no nacido en las mentes de las masas.

Dudas Razonables

Uno de los errores que la causa provida comete es pasar por alto las terribles realidades familiares y sociales que en ocasiones se asocian con ciertos embarazos, como los embarazos por violación o los fetos con deformidades y mutaciones como el síndrome de Down. Ignorar estas situaciones reales supone una completa falta de empatía hacia las personas que las sufren.

La primera duda razonable es la preocupación que genera el llamado mercado negro del aborto. Algunas personas creen que si el aborto se ilegaliza, las mujeres seguirán abortando de todas formas, acudiendo a abortistas no capacitados clandestinos que las lastimarán. Esta preocupación es legítima. Sin embargo, pensemos en otras prácticas ilegales, como la mutilación genital femenina en algunas comunidades de inmigrantes en Estados Unidos. ¿Deberíamos legalizar la mutilación genital femenina para que sea más segura para esas niñas que, de todas formas, se tendrán que someter a ella por obligación de sus familias? No. Si estas niñas son seres humanos, entonces no podemos legalizar la mutilación segura de sus genitales. De la misma manera, si los niños no nacidos son seres humanos, no deberíamos legalizar la mutilación segura de todo su cuerpo mediante el aborto.

La segunda duda razonable es la cuestión de los fetos con deformidad o mutaciones genéticas como el síndrome de Down. En muchos casos, una prueba de ultrasonido revela estas realidades y, ante ello, muchas personas argumentan que esos bebés deberían ser abortados para ahorrarles sufrimiento. Supongamos que no fuera posible detectar esta enfermedad hasta después del nacimiento. El bebé nace e inmediatamente después nos percatamos de que tiene síndrome de Down. ¿Estaría bien sacrificarlo? Por supuesto que no. Entonces, ¿por qué cambiar el criterio ante un bebé no nacido si sabemos que es tan humano como el bebé ya nacido?

La siguiente duda razonable es el embarazo fruto de una violación. Ante esta tragedia, debemos tener muy claro quién merece ser castigado. La única persona que debe cargar con la pena, a mi enteder capital, es el violador, sobre quien debe caer todo el peso de la ley, sin indulgencias ni reducciones. El bebé que resulte de ese acto infame sigue siendo un ser humano, con la misma dignidad ontológica que cualquier otro. Castigar al hijo por el crimen del padre no solo es ilógico, es profundamente injusto y moralmente aberrante.

Fundamento Filosófico: La Persona Humana como Fin en Sí Misma

El fundamento filosófico de la posición provida se apoya en la más alta tradición del pensamiento occidental: el reconocimiento de que todo ser humano, por el solo hecho de serlo, es un fin en sí mismo y no un medio para los fines de otros. Este principio, expresado por Immanuel Kant en su imperativo categórico, fue recogido y defendido por pensadores cristianos y conservadores como C.S. Lewis, Jacques Maritain y Roger Scruton.

Scruton, en su defensa de la dignidad, advertía que una civilización que olvida el carácter sagrado de la vida humana, pronto perderá también el respeto por el orden, por la justicia y por la verdad. No hay civilización posible donde la vida humana se valore según su utilidad. Por eso, permitir el aborto es abrir la puerta a la lógica perversa de la eugenesia, del descarte y del totalitarismo sentimental disfrazado de compasión.

Para Agustín Laje, la defensa de la vida es el último muro de contención frente al nihilismo moral que promueve la cultura progresista. En su obra "La batalla cultural", Laje expone cómo el aborto es una herramienta clave del globalismo para socavar las estructuras tradicionales de familia, nación y religión.

Por su parte, Miklos Lukacs sostiene que el aborto es parte del proceso de reconfiguración antropológica del ser humano: un acto mediante el cual se niega el valor metafísico de la persona y se transforma la vida en un simple fenómeno biológico desechable. Es, en definitiva, la ruptura del principio de trascendencia que ha guiado a la civilización occidental.

El Aborto como Genocidio Silencioso: Cifras Globales y Realidad Venezolana

A escala global, más de 73 millones de abortos se practican cada año, según cifras de la Organización Mundial de la Salud. Esto equivale a casi 200.000 seres humanos exterminados cada día. Ninguna guerra, ninguna pandemia ni catástrofe natural ha cobrado tal cantidad de vidas humanas inocentes como lo ha hecho el aborto legalizado.

En América Latina, mientras muchos países luchan por conservar legislaciones provida, otros como Argentina han sucumbido a la presión de organismos internacionales y lobbies ideológicos que imponen el aborto como “derecho humano”.

En Venezuela, el aborto sigue siendo oficialmente ilegal salvo en casos de riesgo para la madre. Sin embargo, organizaciones feministas como Pan y Rosas Venezuela, por ejemplo, han presionado durante años para su legalización total, alegando derechos reproductivos y justicia social.

No existen estadísticas oficiales confiables en Venezuela, lo cual no es sorpresa en un país gobernado por un régimen que manipula la verdad a conveniencia. Sin embargo, organizaciones como PLAFAM y CEPAZ —ambas feministas, progresistas, proaborto y vinculadas a la IPPF (International Planned Parenthood Federation)— estiman que decenas de miles de abortos se practican anualmente en la clandestinidad, con total impunidad.

En lugar de ofrecer protección a la vida, el socialismo venezolano la ha degradado. El hambre, la miseria y la corrupción han empujado a miles de mujeres a considerar el aborto no como elección, sino como única salida. Es decir, el sistema que se presenta como "defensor de los oprimidos", fabrica las condiciones que llevan a las mujeres a asesinar a sus propios hijos.

Un Llamado a la Rebeldía Real

El aborto no es un derecho. Es una tragedia que se ha normalizado. Es la expresión más vil de una cultura que ha dejado de creer en Dios, en la ley natural, en el bien objetivo. Es el síntoma de una civilización enferma de relativismo, anestesiada por el sentimentalismo progresista y moralmente colonizada por ideologías destructivas.

Hoy más que nunca, necesitamos levantar una rebelión. Necesitamos ciudadanos que no teman decir la verdad. Que se levanten por los que no tienen voz. Que proclamen que la vida comienza en la concepción y que ningún Estado, ningún tribunal, ninguna ideología tiene derecho a negar ese hecho sagrado.

Que el grito de los inocentes no siga ahogado por el aplauso de los cobardes. Que la sangre derramada no quede sin memoria. Que la batalla por la vida sea el terreno donde recuperemos el sentido común, el orden y la dignidad que nos arrebataron.

Porque si la vida no vale desde su inicio, entonces ya nada vale. Y si no somos capaces de proteger a nuestros propios hijos, entonces no merecemos llamarnos humanos.